jueves, abril 27

HOJEANDO DE NUEVO "MI NOMBRE ES ROJO"

A Orhan Pamuk empecé a leerlo después de volver del viaje de fin de carrera que --los que ahora somos la promoción más reciente de licenciados en Historia de la Universidad de Murcia-- hicimos el año pasado. Los casi cuatro días que estuvimos en Estambul nos dejaron la mirada preñada de exotismo (y éramos estudiantes, no turistas inadvertidos; no quiero dar a entender que ese exotismo fuera artificial, sino todo lo contrario): teníamos nuestros ojos como dos platos rebosantes en su completa circunferencia por las imágenes que una ciudad así nos iba depositando en el poso de la vista y la memoria. Nos movíamos por la retícula de sus calles ayudados de las guías turísticas compradas en España antes de emprender el viaje. Por la guía de un amigo supe en primera instancia que Pamuk existía, que era el escritor más afamado de su país y que en el nuestro se habían traducido algunas novelas suyas.
Volvimos de Turquía, y las dos semanas en que dejamos Occidente al oeste de nosotros se nos convirtieron en ese tipo de recuerdos con los que cada uno vamos creando la biografía personal que siempre desplegaremos posteriormente ante otros ("Cuando estuve en Turquía, la diferencia es que allí...", y frases así). Yo, con el apellido de Pamuk retenido para cuando regresásemos, y con curiosidad por leer a un autor turco --no son muchos los que se publican en español...--, busqué en bibliotecas alguno de sus libros. Quería mantener en mi cabeza lo que me asombró ver en Estambul
El primero que leí fue El libro negro. Me resultó algo confuso, ante todo por presentar una narrativa orientalista: la de los cuentos de las Mil y una noches; la de los cuentistas orales. El siguiente, Me llamo Rojo, lo leí con mayor soltura, pues el argumento tenía más de 'thriller'. Pero eso no significa que esta novela histórica perdiese calidad por narrar la resolución de un crimen. Todo lo contrario. A lo bien escrita que está, se sumó la originalidad en el planteamiento de su división por capítulos según multitud de voces narradoras, entre las que hasta el color rojo (el color que está en todas partes, y el que sería el color de la vida) cuenta en primera persona una pequeña parte de la historia.
Estos días he vuelto a hojear el libro. En su momento lo acabé rápidamente, y bastante impresionado. Después de un año de aquel viaje de estudios de la carrera, Turquía ya parece quedar muy lejos. Puede que también por eso esté releyendo algunos capítulos de la novela de Pamuk. Está ambientada en el Estambul del siglo XVI, pero las ciudades eternas tienen siempre una permanencia urbana que no cambia con el tiempo. Con la lectura, es más fácil recordar los tres días en que la visitamos, volver a estar allí por unos segundos con la memoria.