jueves, agosto 3

APRENDIZAJE

Esta vez he preferido abstenerme de robar un título o una pasaje para focalizar la atención lectora sobre mis devenires. Aunque he de admitir que se me había pasado por la cabeza el utilizar la feliz fórmula flaubertiana que ya se ha convertido en canónica para el tema que expresa: la educación sentimental. Confesando mi primera intención consigo de manera indirecta lo que también hubiera dado a entender con el método que finalmente he venido a usar. Así que --no dejando de mostrarme transparente-- admito que también hago trampa de tal forma, pero sin ser una trampa tan manida como me hubiera resultado de principio la que descarté. En fin, que creía necesario explicarme un poco, intentando ser lo menos farragoso posible. Pero no estoy muy convencido de que el precepto de la claridad lo esté logrando por el momento. Quizá los textos y su inteligelibilidad sean no sólo un reflejo de las carencias narrativas, prosísticas, expositivas o de capacidad de ordenación de las ideas de sus autores, sino también reflejo de su estado de clarividencia. De su mayor o menor dominio sobre sus propias confusiones, cuando tales hay que llamar a sus pensamientos porque están imbrincados en un caos que además tiene algo de oscuro, de pequeño abismo interno. Por eso puede que también me salga así cuanto escribo.
Sin embargo, lo que quería escribir termina saliendo a la superficie, mejor o peor. En alguna medida transmito lo principal de todo el comentario. Para este caso, el título dice aquello sobre lo que no pueden poner dudas párrafos enrevesados o complicados de entender. "Aprendizaje", lo difícil que resulta que nos entre en la cabeza conceptos y realidades. En ciertos temas el proceso se vuelve más arduo y para obtener un resultado aceptable con el que poder seguir adelante se tiene que persistir de formas que, contadas, sobrecogerían a otros: porque esas persistencias nos piden ser más de lo que somos, estar por encima de nuestras posibilidades, agotar los límites que antes no nos permitían mandar sobre nuestros cocos. En ciertas cosas, la lentitud y los costes son más exigentes con nosotros. Hay que pasar por ellos, pues el aprendizaje, la educación sentimental --que no es sólo una fase de descubrimientos conducentes a la felicidad, sino también el camino de regreso a la vida antigua sobre la que, indeciblemente alegres, creímos elevarnos para los restos--, no puede quedarse estancado. Si ocurre de ese modo, y se prolonga un estancamiento --si no avanza el aprendizaje--, el día a día es una sucesión de amaneceres cada vez más costosos, de peajes continuos con la peor de las realidades, de jaulas de existencia fantasmal.
Somos nosotros los primeros que tenemos que hacer fácil ese aprendizaje. Y ahí hay una dificultad inicial, una decisión anterior a todo, que es de dependencia completa de cada uno, y que supone la traba más importante que superar. La que más tarda en ocupar un espacio en nuestras voluntades.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

aunque no siempre nos de esa sensación el aprendizaje (y sobre todo el sentimental) nunca se estanca.
siempre aprendemos algo, bien sea de nosotros mismos o de los demás

saludos

6:29 a. m.  
Blogger G. G. V. said...

Querida Natalia:
Muchas gracias por tu opinión. Al hablar de aprendizaje en mi entrada me refería a un proceso completo y q en buena medida está en nuestras manos. Hay fases distintas, mejores y peores, en esa educación sentimental de la q hablaba Flaubert. Las mejores podemos llegar a pasarlas casi sin darnos cuenta, y son las peores las q tenemos q quedan más a nuestro arbitrio. Adelantar o retrasar ciertas decisiones es el arbitrio a q me refiero; la parte valiente y difícil, q en cierto sentido quizá no lo sea tanto, porque es inexorable.
Un saludo, Natalia. Y gracias de nuevo.

3:15 a. m.  

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