jueves, agosto 10

UTOPÍA HOSTELERA

A fuerza de estar detrás de una barra de bar, y de hablarlo con otros camareros que también lo han llegado a pensar así, se me ha ido consolidando la impresión algo temeraria (no tengo el asunto lo bastante documentado para saber si existe uno o más casos que contravengan esta ‘regla’ que aquí sugiero) de que el mundo sería mucho mejor si buena parte de los que lo formamos trabajásemos, aunque fuera por un tiempo mínimo, una breve temporada, en la hostelería. Digo que no estoy en condiciones plenas de sostener mi intuitivo razonamiento porque desconozco en estos momentos si hubo o hay personaje histórico, tirano político o magnicida declarado que en algún periodo de su vida trabajase en un restaurante, una sala de fiestas, una casa de comidas, en la barra de una discoteca, en una heladería o en un bar. En tal caso, y no sería raro que así fuese, esta fórmula que propongo se caería por su propio peso. Sin embargo, quizá no quede del todo invalidada. Creo con firmeza en el fondo de la cuestión: el empleado en hostelería aprende virtudes que repercuten en el beneficio general de la sociedad. Puede que una afirmación así suene grandilocuente, o simplemente estúpida y ridícula. “Ya sabía que la gente sólo escribe chorradas en su blog, pero los hay que se superan hasta alcanzar récords verdaderamente aplaudibles con manos, orejas y plantas de los pies, todo a la vez; aplaudibles por lo sonrojantes”, pensará o dirá alguno que otro si llega a tener la paciencia de leer esta página. En cierta forma, comprendo que pueda desprenderse una conclusión así cuando se ve lo que escribo acerca de relacionar el bienestar humano con el trabajo en la hostelería. De todas maneras, continuo terminando de expresar mi anhelo: ganaríamos mucho en paciencia, audacia, comprensión y eficiente pragmatismo si en la formación personal de la gente hubiera una fase como camarero (esas tres competencias de la sociabilidad colectiva se agudizan si se está en precario, si se trabaja sin contrato: eso perjudica al individuo en su aspecto laboral, y no es deseable en ningún caso, sólo que en mi propia experiencia he creído que a situación tan poco estable se puede dar una respuesta, siempre sin pecar de ingenuos y ateniéndose a la realidad, ‘ejemplar’: aprendiendo a que no se debe conjurar a «alzarse», a las primeras de cambio, a la «negra venganza» --es que estoy leyendo Othello--).He de admitir que tanto el camarero como el hombre de negocios, el político, el militar, el profesado en religión y el delincuente lucen falsas sonrisas indefectiblemente. Pero de ellas, la menos amenazadora y, por tanto, peligrosa, será sin contestación la del primero. A no ser que el camarero decida dejar de serlo y pase a convertirse en delincuente que aprovecha su oficio hostelero para atentar contra la integridad de otras personas. Una posibilidad que nos lleva a entrar en otro terreno, el de la fabulación, y por el que no vamos a seguir, en este post concreto al menos. Como decía, y eludiendo salvedades extremas, el camarero se muestra ante el resto de esas otras figuras enumeradas, como un ‘sirviente’, mucho más comprobable de lo que pregonan el negociante, el político, el militar, el religioso y el criminal. Los camareros sí estamos más sujetos al hecho de servir, y no poseemos las cortapisas y los métodos de escaqueo y autobonificación de los mencionados sujetos con mayor rango y poder sociales. Incluso me atrevería a decir que el ejercicio hostelero es más intenso que cualquiera de los otros expuestos: la dedicación, por lo general, es de un tiempo quizá no tan extenso, pero creo que sí es de una concentración y concienciación mayores.Las generalizaciones tienen en sí mismas una traición: no son aplicables de forma absoluta. Tal es su peligro. Al dejar constancia de una utopía así, que conviviríamos mejor si en la educación cívica --no confundir con la educación colegiada, sino que me refiero a aquella autodidacta-- de los más, en el expediente personal de la mayoría, cupiese la provechosa experiencia de haber sido ‘explotado’ --sin tintes dramáticos, o sólo los justos-- poniendo copas, tirando cerveza, sirviendo tapas, recitando cartas de vinos y menús (entrantes, primeros y segundos platos, postres y cafés, sabores de licor para un último tapón de despedida), paseando la bandeja que porta los platos que se colocan ante los comensales y recoge los que se retiran, etc., digo, al dejar constancia de una utopía así, no es difícil incurrir en simplismo o error de cálculo, según se subestime o se sobrestime la fe que puede depositarse en los humanos. Tampoco cabe extender a completos extranjeros de todo esto la aspiración desarrollada: no a un monje tibetano, ni a un campesino chino, ni a un indígena amazónico. Entonces sí nos encontraríamos ante un despropósito de exorbitado calibre.Concluyendo ya, sólo me queda mantener las líneas maestras --es un decir, una expresión hecha, no busco reafirmarme con expresiones resonantes, y prefiero huir de la prosopoyeya-- de lo que he venido reflexionando. Mi opinión tiene de base la vivencia, si no contar tanto sería un abuso. Más paciente y más tolerante puede salirse de detrás de la barra de un bar, donde ganas confianza, avezamiento, penetración (llegas a saber a quién y cómo debes hablar, es lo que tiene dar la cara) y, sobre todo, aprendes a hacer veinte cosas a la vez, porque hay que hacerlas y no hay vuelta de hoja, nada de postergar unas para adelantar en otras. Y, quien llega a hacer veinte cosas a la vez porque a eso le obligan las circunstancias, puede plantearse cuestiones profundamente humanas que no son capaces ni de atisbar un político, un mercader, un soldado, un dogmático ni un patibulario. Lo principal, respeto para otros: cuando eres tú el que vas a tomar algo, no metes prisas ni miras mal al camarero o a la camarera, sobre todo si tiene pinta de haber empezado hace poco en la hostelería, o de llevar ya muchas horas e intuir las que todavía le restan hasta la de salida. ¿Cómo no ver en ello un gran adelanto?

1 Comments:

Blogger Conchi Martínez Hernández said...

Hola!!!! trabajar de camarero (o camarera en mi caso) es un poco dificil. Hacer 20 cosas a la vez es un reto que propuse (desde que empeze a trabajar) y que he conseguido y que, por supuesto, llevo haciendo todos los fines de semana y además, cuando tienes que atender a gente que de verdad te dan ganas de tirarle la comida a la cara, aunque menos mal que hay gente sensata que entiende nuestro trabajo.además, con un contrato que no tiene un caracter compensatorio en la relación esfuerzo-recompensa pues no es muy gratificante. Sin más,un besote muy grande guillermin!!! y que pases un bonito verano (de lo que queda...) muaaa!!!!

4:21 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home