martes, septiembre 5

REDENCIÓN / 2

(...Viene de antes.)

Ignoro aún si tal ventana puede alcanzarse. Y, sin embargo...

Como un oleaje sucesivo, alternado, que vacila en asentar su vanguardia de mansedumbre extendida en estratos pioneros --aquellos que van conquistando terreno, perseverantes y, a la vez, ensimismados en su silencio convencido--, el cambio en la forma de pensar, de ver, se consolida por efecto del digestivo tiempo. Ya había empezado, el cambio. Quizá empezó en el mismo momento en que el horizonte había perdido su equilibrio y se había hundido sin remisión en el súbito vacío de las entrañas consternadas. Puede que en ese instante sacudido por la irrupción del quebranto de los sueños (quebranto capaz del más perenne eco, del sonido más furioso y eterno y aturdidor que retumba dentro del alma), el pensamiento hubiera comenzado a articular su sistema inmunológico, a dar paso a la realidad, por muy dolosa que ésta fuera. Luego han venido las horas y los días con su acostumbrada secuencia de continuidad sin tregua; con su insensible acumulación ininterrumpida que hace oídos sordos a todo lo que pueda incumbirnos y que a esas horas y esos días les resulta por completo deleznable.

Es bien cierto que el tiempo comprendido de entonces a hoy, a este segundo que ya se ha desvanecido antes de que lo haya podido siquiera terminar de nombrar, no restaura y devuelve, sino que soterra y arropa con su manto mineral. Aquello que ocurrió adquiere una paz fúnebre. Pasó de estar tan vivo que apenas podíamos contenerlo en el interior de nuestra propia existencia, a crear un espectro de obligada convivencia, con el que hemos de avenirnos y al que ha de tolerarse. Eso hace el tiempo con su impune andadura sin descanso ni desaliento. Eso ha estado haciendo desde el origen, desde el primer hombre que encaró su corazón y accedió a adueñarse de lo que veía en él, incorporándolo, en vez de mantener con sus propios sentimientos y emociones un negro ostracismo que sus antepasados le dieran a heredar. El cometido del tiempo es indiscutible cuando ha transcurrido la historia del mundo que hasta ahora conocemos, y someterse a esa labor es la única cosa factible en los límites de este universo.

Ideas férreas y ominosas antes se tambalean por lo que ha venido después. El cambio que comenzó ha afectado sobre todo al pensamiento, desgarrando la prisión que él mismo se había forjado. Cuestionar, a partir de un determinado momento, por una determinada circunstancia, la extinción de cualquier futuro, es una de esas ideas que la marea persistente y a paso de hormiga se ha estado llevando como arena que arrastra el viento desde la cresta de su duna hasta las fronteras donde el final del desierto se aboca a la linde de una selva virgen. Lo que es más: en ese espacio abandonado por los antiguos descalabros brotan tímidas ilusiones que hallan un suelo fértil y experimentado en lo que antes fueron cenizas y diezmados escombros. Un aplomo y un valor ínfimos pero de progresivo vigor son el fénix alumbrado, el rescoldo que aguantó y nos renueva para que volvamos a estar preparados.

Hasta la triste duda que desampara la respiración se revela precaria y tenue con el amanecer de un día: todavía no sé si la redención es posible, pero cobra forma la intuición de que algo muy parecido sí. Cobra alas la esperanza, y toca la tierra con los pies el sueño de que un día volveré.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Espero la próxima entrega...me ha gustado. además ha conseguido atenuar mi dolor de cabeza (magia?)

un beso

11:56 a. m.  

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